En 1916 Gardel asistió asiduamente a la temporada oficial del Teatro Colón. Fúe el año en que Camilo Saint Saens dirigió su “Sansón y Dalila” con la Royer Laffitte, Joumet y Dentale, Gardel se deleitó con las voces de la Agostinelli, la Dalla Rizza, la Raiza, Schipa, Merli, Tita Ruffo, Crabée, Crimini y Martinelli.
Asombrado por la voz del tenor Giovanni Martinelli en “Lucía de Lammermoor” le comentó a Razzano que lo acompañó a la función:¿Viste Pepe? ¡le salían pedazos de oro de la garganta!
Ese año conoció a una debutante en Buenos Aires la soprano Ninon Vallin. En 1929 la visitó en París para que esta le controlara su voz. La Vallin lo escuchó con suma atención y luego de elogiarlo lo incitó a abordar el campo operístico.
El 9 de julio de 1928 con motivo de festejarse la fecha patria, Radio Prieto transmitió un programa especial con la participación de la famosa soprano Adelina Agostinelli, Carlos Gardel y Agustín Magaldi, entre otros.
Gardel manifestó su profunda admiración por la Agostinelli. Idéntica actitud adoptó Magaldi amante de la lírica, que llegó a actuar como extra en Pagliacci en 1915 en Rosario, cuando lo interpretó el Gran Caruso, junto a nuestra compatriota Hina Spani. Inútil insistir en la pasión de Gardel por el arte lírico. Su chofer Antonio Sumaje testimonió:”Cuando estaba en Buenos Aires, yo solía conducirlo al Teatro Colón, generalmente iba acompañado, ocupaba un asiento en la tertulia, era devoto de las operas.
Hubiera sido el primero disgustado si eso se hubiera conocido y comentado porque podría haberse interpretado como una vulgar pose. Y la pedantería y el amaneramiento repugnaron siempre al muchacho campechano y sencillo que fue Carlitos.
Armando Defino brindó un interesante testimonio:”Su ductilidad la había adquirido, según él mismo expresaba, escuchando a grandes cantantes y aunque su registro era de barítono, pudo muy bien ser tenor y sabía que si lo quería podía hacerlo sin esfuerzo. Me decía que al salir de los teatros, cantaba para si mismo interpretando las partituras de tenor, contralto o barítono, inclusive abordando la parte del coro, tratando de armonizar las segundas y así iba formando su voz.
Cuando Defino conoció a Gardel en 1914 en el Café Los Angelitos, éste estaba rodeado por la barra de amigos:Ernesto Laurent, Armando Deferrari, Francisco Ducasse y Elias Alippi. Narra Defino que cuando estaba presente José Razzano “el dúo entonaba algunas canciones y especialmente dúos de trozos de opera, en las que a menudo terciaba Ernesto Laurent, sin caudal de voz pero con un amplio sentido de la armonia”.
Otros de los medios que utilizó Gardel para escuchar a los grandes de la lírica fueron los discos. Razzano recordaba que solían escuchar juntos esas grabaciones que atesoraban con cariño. En la calle Victoria entre Solís y Entre Rios, cerca de donde Gardel poseia un espacioso departamento, existía la cantina Capo Di Luppo, cuyo dueño Francesco Di Luppo, atendía personalmente a grandes artistas líricos que frecuentaban su establecimiento luego de las agotadoras funciones. A esa cantina concurría Gardel, en el fondo del local estaba ubicado un gran gramófono de bocina verde con una gran estantería colmada de discos que los cantantes obsequiaban al dueño.
Gardel llevaba sus grabaciones líricas y allí las escuchaban los comensales en respetuoso silencio. Obviamente Gardel aprovechaba la oportunidad para escuchar las novedades discográicas cedidas por los artistas líricos.
Esta cantina funcionó hasta fines de 1925.
Un día pasó a visitar a Carlos Gardel el cantante Agustín Irusta, lo atendió doña Berta, la amable señora lo condujo hasta una pieza ubicada en los altos de la casa. Gardel lo recibió con una amplia y franca sonrisa:Pasá, estoy escuchando unos reos.!Los reos eran Enrico Caruso y Titta Ruffo¡.
El violinista y arreglador musical Terig Tucci, en su libro “Gardel en New York” narra que Gardel concurria habitualmente al Metropolitan para deleitarse con La Bohéme, Carmen y Otelo.
Felipe Sassone, escritor y periodista, publicó recuerdos de Gardel en la revista española “Blanco y Negro” en su número del 7 de julio de 1935, Sassone evocó:”Gardel cantaba a la italiana, dominando la melodía como un virtuoso del “bel canto”, interpretando una aria de ópera o una canción de Tosti o de Mario Costa...”.
¿Has estudiado? le pregunté un día.
Yo solito nomás. De tanto oir a los grandes,che. Canto opera también, no te vayas a creer...
Y se empeñó en que cantáramos juntos el dúo del segundo acto de La Forza del Destino.
Andá, yo te hago el barítono. Me lo enseñó Scotti en Londres ¿Te acordás de Antonio Scotti? lo cantaba con Caruso.
Yo me negaba, mirá que La Forza del Destino tiene mala pata, es de mal agüero.
No seas sonso y supersticioso, che. Andá, empezá.
Solenne in quest’ora...cantamos el dúo y al finalizar, la gente del “set” aplaudió a rabiar.
Gardel siempre cuidó su voz. Recurrió a menudo a maestros de canto en Buenos Aires y en el exterior. Pese a ello fumaba con exceso.
El maestro de canto Eduardo Bonessi, definió así su voz:”Era de una calidad extraordinaria y de un timbre maravilloso para el tango, tenía un registro de barítono brillante y jamás desafinaba”. En cuanto a su tesitura, su extensión alcanzaba a dos octavas, que manejaba a plena satisfacción. Era una buena extensión para un cantor popular. Gardel poseía un gran temperamento-expresivo al máximo- y estaba dotado naturalmente de un instrumento en la garganta. Un instrumento que luego perfeccionó y supo conservar...
Tenía una laringe completamente sana y era una de las razones por las cuales le resultaba fácil pasar de los graves a los agudos y viceversa...”