ENTRE BACH Y AROLAS
(Ernesto De La Cruz)
Pese a que ejecutara el bandoneón, nada hacía sospechar que aquél jovencito –nacido en Concordia, Entre Rios, el 8 de septiembre de 1898 y radicado en Buenos Aires desde 1909- terminaría siendo intérprete y compositor de tangos. Su pasión ,por entonces, era la música clásica.
Pero, alrededor de 1920, la carrera musical de Ernesto Natividad de la Cruz dio el más inesperado giro. Acababa de componer un tango. Lo tituló “El Chinchorro”.
En 1923 estaba ya al frente de su Orquesta Típica. El debut de produjo en la Cervecería Alemana del Balneario Municipal, tres años más tarde componía uno de los clásicos de la música porteña “El Ciruja”, que estrenó en ese mismo 1926, mientras actuaba en el Café El Nacional, la letra de Alfredo Marino, fué entonada por el cantor Pablo Eduardo Gómez.
Ignacio Corsini fué el encargado de llevarlo al disco. Poco después hacía lo propio Carlos Gardel. De allí en más, sus tangos serían grabados por nombres de la talla de Juan Maglio “Pacho”, Agustín Magaldi, Rafael Rossi y muchísimos de los intérpretes tangueros posteriores.
Cuando lo conocimos, poco antes de que cumpliera 80 años, don Ernesto tenía en su haber unas mil composiciones, entre ellas, los tangos “El Batidor” (con Marino), “Los Bueyes” (Carlos de la Púa), “Hermano Tango” (Francisco Gorrindo), “De Frente” (Juan Carlos La Madrid), “Muchachada” (Lito Bayardo), “Cuando escucho un Tango viejo” (Julián Centeya), “El Poncho del Recuerdo” (Dante Linyera), “Es Inútil salvarnos” (Leopoldo Díaz Velez)...
Nos quedó, de la breve amistad que mantuvimos con el bandoneonista –breve porque falleció el 14 de noviembre de 1985-, el recuerdo de un ser humano humílde, noble y generoso. También inolvidable.
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